27.5.09

Desgarros del cuerpo

Dr. Mauricio Purto

"Un dolor muscular repentino, durante o inmediatamente después del ejercicio puede corresponder a una distensión o desgarro muscular. Pero este dolor puede también indicar acumulación de sustancias tóxicas, falta relativa de suministro de sangre, o irritación del tejido conectivo adyacente a las fibras musculares.

También ante un dolor muscular agudo, que luego persiste en el tiempo, hay que considerar una lesión de abuso o sobreentrenamiento: repetidos microtraumas en una región del sistema músculo-esquelético, que de no ser tratados con tiempo suficiente de reposo evolucionan luego en lesiones evidentes.

Distensiones y desgarros se refieren a lesiones de la musculatura voluntaria, tendones, y ligamentos, cuando estas estructuras son sometidas a fuerzas que vulneran su capacidad de estiramiento.

Los músculos son fundamentalmente cúmulos de proteínas llamadas actina y miosina, filamentos o miofibrillas que se desplazan entre sí produciendo esto una contracción muscular. Estos filamentos se encuentran en células largas llamadas fibras musculares.

Los músculos se unen a los huesos a través de tendones, estructuras fibrosas de tejido conectivo-colágeno.

La longitud de una fibra muscular fluctúa entre 1 y 300 milímetros, y su espesor va de los 10 a los 100 micrones. Aunque las fibro-células musculares no aumentan su número a raíz de un aumento de su carga de trabajo, ellas responden creciendo o hipertrofiándose, a expensas de un aumento de sus filamentos, que se traduce en un aumento de su diámetro. Ojo entonces, que un músculo crece no por aumento de su número de fibras sino por el aumento del tamaño de ellas.

Cuando una fibra o un grupo de fibras musculares se corta, no se da un proceso de regeneración. La recuperación pasa por la formación de una cicatriz de tejido conectivo-colágeno. Este es el proceso de un desgarro y su curación.

El grado de ruptura muscular, cuantificado en el tamaño de la lesión, entrega un diagnóstico que va desde una distensión leve a un desgarro grave, y en el fondo se corresponde con un menor o mayor número de fibro-células dañadas.

El atleta está expuesto a una lesión muscular tanto en el entrenamiento como en la competición, y esta puede ser producto de agentes externos (adversarios), o, como ocurre casi siempre, de un desequilibrio en la aplicación de la fuerza muscular que supera la resistencia de sus fibras. La elasticidad de un músculo varía de acuerdo a su contracción, y es esta elasticidad la que se ve superada.

Un estiramiento con ruptura, un poco por encima de los límites de resistencia, conlleva una fase inicial de dolor intenso, que puede evolucionar con dolor persistente. Estamos frente a una distensión muscular leve cuando no hay mucho daño de tejido y sólo hay pérdida de continuidad en pocas fibras, y se detecta con un examen físico que halla un área sensible, pero con dolor claro, sobre todo al hacer trabajar el músculo afectado, y a veces con una moderada contractura.

Si la ruptura de fibras es grande, estamos frente a un desgarro, que puede ser moderado o grave. Este evoluciona con dolor intenso, localizado en un foco claro y con impotencia funcional, es decir, la incapacidad de movimiento de ese músculo o grupo muscular. Al tacto se siente, además del músculo contracturado, una zona abultada, que corresponde a sangre o inflamación en el foco de ruptura.

Sin duda, la prevención de las distensiones y desgarros musculares son la base de un entrenamiento y competición inteligentes. Pero a veces, a pesar de la intención, estas lesiones son inevitables.

Por supuesto que una rutina de calentamiento, un intenso trabajo de elongación, y un "descalentamiento", son las herramientas más útiles que disponemos para hacer frente a los desgarros musculares".

Columna "Deporte y Salud", publicada el Lunes 04 de Mayo de 2009 en El Mercurio.
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