Dr. Mauricio Purto
"Un deportista compitiendo en condiciones de temperatura extrema baja su rendimiento. Y no sólo eso. Muchas veces pone en riesgo su vida. La imagen de la gran nadadora chilena Kristel Köbrich saliendo en camilla y siendo asistida por paramédicos tras nadar en aguas abiertas durante una competencia olímpica subraya la necesidad de cuidarse en las pruebas de largo aliento expuestos al calor.
Y para el manejo de esta condición, la hidratación resulta fundamental.
Baja del rendimiento, sensación de debilidad, pérdida de fuerzas, erección de los pelos, carne de gallina, dolor de cabeza, y pérdida de conciencia progresiva, y también convulsiones, son algunos de los síntomas de la enfermedad por calor. Y los calambres, que se relacionan con la intoxicación de los músculos con los desechos que resultan de su actividad a altas temperaturas. Desechos que no pueden eliminarse cuando al esfuerzo energético de la actividad física se suma el de la regulación de la temperatura. A veces, los calambres tienden a ocurrir incluso en atletas aclimatados al calor, que beben agua copiosamente, pero fallan en reponer sus pérdidas de sales. En estos casos, el tratamiento es el reposo, ingesta oral de fluidos, enfriamiento, elongación y masaje muscular profundo.
A este nivel de estrés por calor, el atleta puede haber perdido entre un tres y un cinco por ciento de su peso corporal por transpiración, y su temperatura puede elevarse hasta los 39 grados. Tal pérdida de líquido puede ser repuesta bebiendo agua fría o soluciones diluidas de electrolitos (minerales). Signos precoces de deshidratación son el letargo, la ansiedad y la irritabilidad. Una forma más grave se manifiesta con la marcha descoordinada y espástica (tiesa), debilidad y alteraciones de la conciencia. Estos pacientes deben ser tratados igual que los que sufren un agotamiento o un golpe por calor. El golpe por calor es la forma más grave y letal de un estrés por calor. Se puede acompañar de una profunda deshidratación y la temperatura corporal se eleva más allá de los cuarenta grados. Es más común en el sexo masculino y en los corredores. Los síntomas incluyen los anteriores, como también el delirio, el colapso y hasta el coma.
Lo que hay que beber
Sin duda, la mejor prevención de la enfermedad por calor, en sus diferentes grados, está en evitar el ejercicio bajo altas temperaturas. En caso de hacerlo, la aclimatación al calor, es decir, un entrenamiento paulatino bajo las condiciones ambientales, incrementa la habilidad para tolerarlo. El otro pilar fundamental está en la hidratación, saber qué beber, cuándo y cómo hacerlo. Las soluciones isotónicas, con una osmolaridad equivalente al plasma sanguíneo, y el agua, son los fluidos indicados. Las pérdidas de agua durante el ejercicio son por sudoración y respiración. La primera es adaptativa, y sujetos aclimatados pueden sudar más y más diluido, es decir, con menos pérdida de sales.
"Un deportista compitiendo en condiciones de temperatura extrema baja su rendimiento. Y no sólo eso. Muchas veces pone en riesgo su vida. La imagen de la gran nadadora chilena Kristel Köbrich saliendo en camilla y siendo asistida por paramédicos tras nadar en aguas abiertas durante una competencia olímpica subraya la necesidad de cuidarse en las pruebas de largo aliento expuestos al calor.
Y para el manejo de esta condición, la hidratación resulta fundamental.
Baja del rendimiento, sensación de debilidad, pérdida de fuerzas, erección de los pelos, carne de gallina, dolor de cabeza, y pérdida de conciencia progresiva, y también convulsiones, son algunos de los síntomas de la enfermedad por calor. Y los calambres, que se relacionan con la intoxicación de los músculos con los desechos que resultan de su actividad a altas temperaturas. Desechos que no pueden eliminarse cuando al esfuerzo energético de la actividad física se suma el de la regulación de la temperatura. A veces, los calambres tienden a ocurrir incluso en atletas aclimatados al calor, que beben agua copiosamente, pero fallan en reponer sus pérdidas de sales. En estos casos, el tratamiento es el reposo, ingesta oral de fluidos, enfriamiento, elongación y masaje muscular profundo.
A este nivel de estrés por calor, el atleta puede haber perdido entre un tres y un cinco por ciento de su peso corporal por transpiración, y su temperatura puede elevarse hasta los 39 grados. Tal pérdida de líquido puede ser repuesta bebiendo agua fría o soluciones diluidas de electrolitos (minerales). Signos precoces de deshidratación son el letargo, la ansiedad y la irritabilidad. Una forma más grave se manifiesta con la marcha descoordinada y espástica (tiesa), debilidad y alteraciones de la conciencia. Estos pacientes deben ser tratados igual que los que sufren un agotamiento o un golpe por calor. El golpe por calor es la forma más grave y letal de un estrés por calor. Se puede acompañar de una profunda deshidratación y la temperatura corporal se eleva más allá de los cuarenta grados. Es más común en el sexo masculino y en los corredores. Los síntomas incluyen los anteriores, como también el delirio, el colapso y hasta el coma.
Lo que hay que beber
Sin duda, la mejor prevención de la enfermedad por calor, en sus diferentes grados, está en evitar el ejercicio bajo altas temperaturas. En caso de hacerlo, la aclimatación al calor, es decir, un entrenamiento paulatino bajo las condiciones ambientales, incrementa la habilidad para tolerarlo. El otro pilar fundamental está en la hidratación, saber qué beber, cuándo y cómo hacerlo. Las soluciones isotónicas, con una osmolaridad equivalente al plasma sanguíneo, y el agua, son los fluidos indicados. Las pérdidas de agua durante el ejercicio son por sudoración y respiración. La primera es adaptativa, y sujetos aclimatados pueden sudar más y más diluido, es decir, con menos pérdida de sales.
En pruebas largas, como un ironman de triatlón, las fuertes bajas de sales aconsejan bebidas isotónicas. En competencias más cortas, como un partido de fútbol, puede usarse agua pura. La rehidratación es más rápida y eficiente con soluciones que contienen sodio. La ingesta de líquido debe ser constante y periódica, teniendo presente que lo máximo que podemos absorber son unos dos litros por hora. Para pruebas de más de 60 minutos de duración, se recomienda beber entre 250 cc cada cuarto de hora y 200 cc cada veinte minutos.
También se aconseja ingerir un cuarto de litro y medio litro, unos quince minutos y dos horas antes del ejercicio, respectivamente".
Columna "Deporte y Salud", publicada el Lunes 07 de Septiembre de 2009 en El Mercurio.
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