"Nos doblamos el tobillo. Molesta. A veces podemos volver a pisar. Otras no. Le echamos la culpa al terreno. Pero casi siempre es un paso distraído, una falta efímera de conciencia del cuerpo que nos lleva al dolor...
En el tobillo, la tibia y el peroné crean una mortaja, un "soquete" que articula con el pie formando una bisagra de un solo eje, muy estable, a menos que la mortaja se altere por lesiones.
Diseñado más para estabilidad que para movimiento, el tobillo contiene y canaliza fuerzas que van desde el suelo a la pierna, y viceversa, al detenerse, doblar, y en muchos otros movimientos de la extremidad inferior. Sin embargo, si cualquiera de sus estructuras de soporte anatómico se daña, puede hacerse muy inestable.
El tobillo tiene un excelente soporte de ligamentos, tanto en su lado interno como externo. La estabilidad de esta articulación depende de la orientación de sus ligamentos, del tipo de carga y de la posición del tobillo al momento del estrés.
El lado externo es el más susceptible de lesiones, y da cuenta del 85 por ciento de todos los esguinces en el tobillo. El mecanismo de la lesión incide en una sobreexigencia de la cápsula articular y de los ligamentos que fijan lateralmente esta articulación. Esta sobreexigencia viene dada por movimientos o traumas que fuerzan el tobillo a una inversión más allá de su capacidad de resistencia, lo que lleva a la ruptura de algunas, o todas, las fibras ligamentosas: un esguince.
El esguince lateral es el más común. Como resultado de la inversión normal del pie al correr y de los ligamentos laterales débiles, un deportista está más proclive a doblarse el pie hacia adentro que hacia fuera. Se producen más sobre superficies irregulares y, con frecuencia, durante un paso distraído. La mayor parte de estas torceduras corresponde a daños del ligamento peroneo-astragalino anterior.
En los esguinces graves, el atleta puede sentir un ruido "pop" al momento de la lesión, o bien la sensación de desgarro. Dolor, incapacidad para cargar el peso o pisar, además de la inflamación del área, acompañan el cuadro de esguince lateral del tobillo.
La piel alrededor de los ligamentos laterales es laxa y la zona se hincha fácilmente, pero a veces esto es engañoso. Quizás, el menos inflamado de los tobillos puede ser el más dañado.
Los hematomas aparecen eventualmente por la ruptura de vasos sanguíneos, ya sea alrededor de la articulación o en un sector aledaño.
Prevención y tratamientosLos esguinces en esta zona pueden prevenirse con elongación, sobre todo antes de la práctica deportiva. También con entrenamiento, que fortalece las estructuras involucradas, y con el uso del calzado apropiado.
Los ejercicios que movilizan la punta del pie, con o sin peso, son importantes. Un entrenamiento propioceptivo -es decir, de mayor habilidad en la percepción del movimiento- se logra acostumbrándose a correr o caminar en superficies irregulares.
El uso de vendajes y otros elementos ortopédicos también coopera. El tratamiento agudo del esguince lateral reside en la elevación y la compresión de la zona con vendas elásticas, sumadas a la aplicación inmediata de hielo. La decisión de una inmovilización sostenida posterior, una bota de yeso, dice relación con el grado de ruptura ligamentosa, pero cada vez es menos recurrida en lesiones leves o moderadas. La cirugía, en cambio, entra a tallar en rupturas completas de las estructuras capsulares o ligamentosas, sobre todo ante un futuro de inestabilidad articular."
Columna "
Deporte y Salud", publicada el Lunes 22 de Junio de 2009 en El Mercurio.
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